Déjalo ser, a menos que te hunda.

Deja que permanezca. Deja que sea quien quiera ser. Puedes permitir que nazca, que muera, que respire, que sea. A menos, que cada aire que exhale te esté robando de tu propio oxígeno. A menos, que cada vez que hable te esté haciendo sentir cada vez menos importante. A menos, que cada vez que sea no te deje ser a ti. Déjalo ser, a no ser que eso te haga ser menos.

lunes, 13 de junio de 2011

¿Qué dolió más; la despedida o la espera?

Mira a tu alrededor. ¿Qué hay a tu lado? Quizá al principio no veas mucha cosa, quizá no te fijes bien; mas yo te diré lo que de verdad hay más allá de lo prioritario; lágrimas, llantos y más lágrimas. Gente que llora porque no es feliz, porque algo le duele. Personas incompletas, que les falta algo, simplemente personas que no se sienten personas. Ahora, piensa causas. Piensa motivos por los que no sean felices. ¿Qué puede ser? ¿Dolor físico? No; ese tipo de cosas desaparecen enseguida, el dolor físico no suele permanecer. Igual llores un poco como consecuencia de ese tipo de dolor, pero la endorfina suele aparecer siempre rápido para hacer su trabajo. ¿Qué más puede ser el motivo de sus lágrimas? Tal vez sea autocompasión; pero por eso tampoco se llora. La autocompasión crea la acción. La determinación, el hecho de pensar que harás algo para mejorar. Descarta la autocompasión. Piensa en algo más. ¿La realidad? Estoy de acuerdo, sí que hay gente que lo pasa mal afrontando algunas situaciones, que la vida no es justa, siempre se ha dicho, y no, no lo es. Pero ese tipo de cosas no te hacen infeliz. Ese tipo de cosas son un desafío. Un reto. Una razón por la que seguir luchando por lo que quieres. Así que, eso tampoco es el motivo. ¿Qué queda? Yo te lo diré; son dos pequeñas cosas que hace que nuestra vida se desmorone. Van seguidas, por supuesto, y no sabría decirte cuál de las dos hace más daño. En primer lugar, la despedida. Reconocer que algo se acaba, y que además lo tienes que aceptar. Y cuando te despides de alguien a quien de verdad quieres, es como si te arrancaran una parte de ti para no devolvértela nunca. Y luego viene la espera. Ese sentimiento que se apodera de tu corazón y no hace más que clavarte puñales a diario. Es despertarte siempre con la misma ilusión, que esté a tu lado. Pero no lo está, y entonces sientes como tu interior se muere, para revivir a las noches cuando le ves en los sueños. Pero eso no es bueno tampoco; eso solo hace que puedas volver a sentir cómo mueres el día siguiente. ¿El único consuelo? El reencuentro. ¿Pero qué pasa si no lo hay? Que a partir de ese momento, vivir ya no es vivir.

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